Archive for noviembre, 2014

Charles Atlas en mi niñez

Uno de los elementos sanos de mi infancia es que en ese entonces a los cómics no se les rimbombeaba el nombre llamándoles novelas gráficas. Eran cuentos, monitos o historietas. Si querías «cultivarte» o leer algo que fuera realmente una «novela» tenías que leer un libro de verdad (eso iba desde obras de Barbara Cartland, pasando por las de Dickens, Salgari, Verne o Dumas, hasta las de Dostoievsky o Camus).
Regresando a los cómics, en esos tiempos, idos al lugar del Sin Regreso, el monopolio de esa industria del cómic en México lo tenía Editorial Novaro, esa del triangulito EN en la esquina superior izquierda de la portada.
superman

Entre las estrellas de editorial Novaro estaban Superman, Batman, el Pato Donald, Mickey Mouse (las más de las veces como detective que ayudaba al Jefe Cejas a investigar delitos de una manera bastante pedante y muy poco divertida), Supertribi (el tribilín que tragando cacahuates o maní, no se convertía en productor de flatulenias sino en superhéroe que vestía una especie de mameluco rojo y arreglaba pedos que algunos pederos ocasionaban), la zorra y el cuervo (esos me gustaban mucho) y Tom y Jerry.

Tom y Jerry

Habían muchos más: Lorenzo y Pepita, Archie, Gasparín y mejor ahí le dejo porque ya sueno a esos ancianos que cuando yo era niño hablaban de el Charrito Pemex y de los Supersabios.
tribi
El punto es que en esas revistas, familiarmente llamadas «cuentos» (que solían ser de 32 páginas), siempre había anuncios, ya sea de golosinas picadoras de dientes o de juguetes, o bien de cursos baratos dizque para expandir la inteligencia de las personas.

Oportunidad

O bien, anuncios de golosinas para llevar los niveles de obesidad a niveles astrales.

Kool aid anuncio

Pero durante años, un infaltable en la publicidad de esas publicaciones (valga la rebuznancia) era el anuncio de Charles Atlas que te ofrecía ser «un hombre de verdad». No recuerdo haberlo leído completo, sino sólo la partecita en forma de historieta.

Sin embargo, ahora pienso que esa publicidad no iba dirigida a niños. Supongo que estaba pensada en púberes a punto de cruzar la frontera infantil-adulta, que es más canija de atravesar que la línea que solía dividir las dos alemanias cerca del Checkpoint Charlie que para cruzarla había que adquirir un pasaporte más chueco que el jorobado de Notre Dame. El cruce de edad era difícil porque la educación sexual en esos ayeres era más nula que la honestidad de los políticos de nuestros hoyes (que dejan nuestros bolsillos más agujereados que los grandes agujeros negros del universo inverso y convexo). Es más, yo recuerdo que en el colegio de monjas donde estudié la parte final de la primaria, a los libros de texto gratuito les arrancaban las páginas referentes a la educación. ¡Madre de Guadalupe!, gracias a tus siervas me costó demasiados años y no pocos esfuerzos descubrir cosas vitales. En fin…

Volviendo al anuncio de Charles Atlas, era una cosa barata que hablaba de que no fueras un alfeñique, porque si la Fortuna te sonreía y te permitía conquistar una chica bella y la llevabas a la playa, seguro llegarían gandules bravucones con músculos al por mayor, y te arrojarían arena en la jeta y se llevarían a tu damisela, quien con insultante condescendencia te diría «¡Oh, no les hagas caso, flaquito!».

Quizá esos anuncios desaparecieron cuando Bill Gates se hizo millonario y podía llevar a la playa a la despampanante rubia que quisiera, con 20 guardaespaldas que les rompieran el esquema incluso a los bravucones más suicidas. Aunque apuesto que mr. Gates tragó más de una pala de arena en su vida antes de romper las nuestras con sus putas ventanas.

Pero regreso a la parte de dibujitos en el anuncio de Charles Atlas, que alguien me explique cómo, antes de la era de Gates y Jobs, un alfeñique podía, en primer lugar, llevar una mujer bella y curvilínea (cual carretera de Mónaco) a la playa. ¿Cómo? ¿Sería una vampiresa que vivía de la sangre acelerada por la provocación capaz de desbordad la humedad de los sueños y cuyo interés supremo era llevar seres débiles a inmolar como ofrenda pagana a los dragones del músculo playero? Gran misterio.

Sí, aún recuerdo las Variedades de Walt Disney con esos anuncios de Charles Atlas, y a la fecha no falta un dinosaurio que, negándose a seguir el tono hamelinesco que emite la flauta de la extinción, use el nombre de «Charles Atlas» como sinónimo de musculatura (hoy que incluso el famoso Schrwartzenegger, muy posterior a Atlas, tiene el pellejo más colgado que los míticos jardines de babilonia. Atlas no es ya ni polvo convertido en polvo.
Que cosas son éstas de la memoria
Charles Atlas

noviembre 24, 2014 at 7:05 pm 1 comentario

Yo ya estaba cansado desde antes

Siempre he considerado la política un asunto asqueroso. Un océano de defecación tan inmenso que lamentablemente termina salpicándonos a todos, incluyendo a esos que tratamos de ser avestruces ocultando la cabeza.
Si mal no recuerdo fueron los griegos (antiguos, poque de los actuales al parecer no se les puede pedir más que la superviviencia), quienes inventaron eso de la democracia.
«Al carajoculos con los tiranos, ¡gobernémonos a nosotros mismos!», pensaron esos griegos de antaño, «porque el bien común sólo puede ser obtenido y mantenido por la mayoría».
Sin embargo, aunque no tenían Internet ni TV, es más, ni siquiera diarios e impresos, esos griegos comenzaron a tener pereza de autogobernarse y empezaron a elegir representantes para que los gobernaran. Sonaba bonito que la democracia conistiera en ir a emitir un voto y luego largarse a casa a contemplar las estrellas, a inventarse estéticos silogismos inútiles pero bonitos o a practicar las artes amatorias.
Y la democracia se impuso, y llegó, por caminos algo tortuosos y tortugosos, hasta nuestros tiempos de revistas, cine e Internet, en los que el trabajo nos absorbe el tiempo. Ahora, igual que los griegos de antes, seguimos simulando creer que la democracia consiste en ir a emitir un voto y desentendernos del asunto por dos, cuatro o seis años, hasta que tengamos que volver a votar.
Esta estúpida indolencia y olvido de la responsabilidad, este delegar ciegamente el rumbo de nuestras vidas a unos «representantes» que no nos representan en absoluto (en disculpa de ellos, ¿cómo van a representar a una masa que ni se comunica con ellos?, ¿que no los supervisa?) y que al tener toda la vía libre ven sus puestos no para servir ni para representar, sino para obtener poder y riquezas a costa de los muchos indolentes que votaron por ellos, y en el camino para obtener más poder servir únicamente a los grandes poderosos. Al final la estúpida indolencia holgazana de las masas tiende a crear injusticias, despotismo, autoritarismo y demás abusos.
Pero los gobernantes y los poderosos, ciegos en su euforia y engolosinamiento, terminan aplastando a la población con demasiada energía. La gallina de los huevos de oro, irremediablemente termina siempre sobreexplotada. Las masas de repente se dan cuenta que han sido burladas, que esos «representantes» están forrados de riqueza inexplicable, que esos representantes tienen el poder bien cogido de las riendas y que no están dispuestos a soltarlo. Que esos representantes se conviertieron, con la aquiescencia nacida de la indiferencia, del pueblo, es amos tiranos. Pero la democracia no permite amos ni tiranos ¿verdad?
Sineramente ¿con qué cara exigen las masas que sus representantes rindan cuentas y se pongan a trabajar, si las eligieron sin tener el cuidado necesario y que les dieron el poder total de su país? Carta blanca, cheques en blanco por años.
Este asunto no es exclusivo de una nación, sucede en España, sucede en Italia, en Argentina, en México, en Francia y en la tierra de la libertad y de los bravos, los Estados Unidos.
El principio de la democracia es bueno, pero fácilmente pudrible.
Los descontentos se comienzan a presentar por grupos, con protestas, marchas, luego con enfrentamientos o revoluciones y guerrillas. Igual, tras una sangría enorme, se derriban gobiernos tiranos (que habían sido impuestos democráticamente) y se le otorga el poder a nuevos gobiernos «verdaderamente democráticos» (vana ilusión), que terminan, tarde o temprano, realizando los mismos vicios que el gobierno depuesto.
¿Será naturaleza humana?
El principio de la democracia parece sencillo, pero realmente ¿quién quiere meterse en la política? Hay muy poca gente con las tripas tan resistentes a la inmundicia, los menos afortunados se hacen basureros, los más canallas se hacen políticos. Y la mayoría, la de tripas sensibles, prefiere delegar su responabilidad a los basureros y a los políticos.
Si los políticos siempre tienden a abusar de su poder, ¿cómo es que las masas en tantos años no han aprendido a efectuar las medidas apropiadas para evitar estos descontroles cíclicos? Aquí es posible que vuelva a mostrar sus narices ese mono multicéfalo llamado naturaleza humana.
La gente al ver el ambiente tan sucio, podrido e injusto, empieza a reculear. Protesta, exige, repite errores y acciones que, por su memoria selectiva, ignora que son ineficaces. Los escenarios pueden cambiar, quizá la primera vez no había TV, décadas después en la segunda función del mismo drama no había Internet, en el acto actual puede que haya redes sociales, ¿y? El fin será el mismo. Irremediablemente, porque las acciones son las mismas (y aunue no lo fuesen).
La gente empieza a sentir el agua a la altura del cuello y se mobiliza, si tiene suerte puede realizar acciones que provocan los inicios de un cambio. Recuerda la situación de los cacerolazos en Argentina. Pero ¿qué pasa cuando la situación comienza a dar muestras de mejora?, cuando de toda la masa inconforme algunos seres que la conforman empiezan a tener una mejoría en sus vidas, éstos se separan del grupo, abandonando a los demás (menos afortunados) a su suerte, «total, mientras no esté yo tan afectado… que se jodan los demás». Olvidando el principio de las protestas, vendiéndose por poco. Judas y sus 13 monedas.
Pensamiento universal, al parecer.
El punto es, para derrocar un régimen, sin derramar sangre, sin tener mártires, bastaría con una unión real de la sociedad, con un fin fijo de bien común, un compromiso de unión del que no se pueda renunciar hasta tener el objetivo alcanzado. No hay perfección en esta vida, eso lo sé, pero quizá haya maneras de alcanzar más justicia y un modo de vida que no sea abundante para pocos a costa del sacrificio o la explotación de muchos. No es marxismo, no es comunismo, es simplemente dejar de ser tan hijos de puta con nuestros semejantes, porque preferimos ignorar que también somo parte de la sociedad, que uno es afectado de alguna manera mientras haya personas que no tienen que comer (no es moral, es simple sentido común, vivir en un ambiente injusto, con gente tan insatisfecha, termina afectándonos, a todos). ¿Pero realmente podemos dejar de ser tan hijos de puta?
El punto difícil para casi todos nosotros es el mismo caso de los que renunciaron temprano a los cacerolazos argentos: somo jodidamente débiles.
Todos condemanos la corrupción, pero ahí estamos, dando dinero al policía que nos está multando por haber infringido una ley de tránsito, porque no podemos darnos el lujo de quedarnos sin auto unos días, ya que somos personas productivas que trabajan para el bien del país (¡argumento de mierda!); ahí seguimos muchos consumiendo los programas de las cadenas de TV que tanto criticamos por apendejar a la gente (la mayoría no se pierde un partido de futbol, a pesar de que se sabe que FIFA es una corrupta mierda, ¿por qué no apagamos el maldito aparato y dejamos de consumir esa basura?), ahí estamos emitiendo nuestro voto cuando decimos que en realidad no hay opciones verdaderas a elegir (al votar en ese ambiente estamos siendo copartícipes del gobierno manipulador, estamos legitimizando sus acciones tramposas, apoyándolo pero lavando nuestras manos como cobardes Pilatos), etc.
El cambio no puede obtenerse sin sacrificios, pero los sacrificios no son estar marchando por las calles, tomando instituciones educativas, quemando, destruyendo, poniéndonos en la mira de la policía o del ejército, comprometiendonos más con el grupo en el poder, y no con el bien nacional. Todas esas acciones ee han hecho antes y no han conseguido realmente el objetivo final de justicia. ¿Por qué nos negamos a aceptar que esos medios son sólo un pérdida de tiempo?
El cambio creo que se puede dar dejando de ser cómplices, dejándo de sentirnos distintos los demás, siendo conscientes de que la mayoría debe estar bien para que también nosotros estemos bien, haciendo que nuestras palabras y nuestros actos sean congruentes. Se necesita fuerza de voluntad para hacer sacrificios, para dejar de participar en la corrupción, a pesar de que la política es (y siempre será) asquerosa, debemos estar siempre atentos de lo que queremos, de los que elegimos para que realmente nos representen y no dedicarnos a criticar a los diputados que gastan dinero que ganan por nuestros impuestos en cuestiones privadas cuando de ellos no sabemos nada en el momento en que los votamos, exigir que las leyes nos representen, dejar claro que la mayoría es la que manda en una democracia, pero que para mandar necesita estar atenta de lo que sucede y no empezar a berrear cuando la presión es demasiada (cuando llega ese moemnto, siempre es ya demasiado tarde).
Los políticos llegan hasta donde el pueblo se los permite (y generalmente un poco más allá) y cada pueblo tiene (verdaderamente) el gobierno que se merece. Es el precio que se paga por ser tan irresponsables con respecto a nuestro gobierno, por delegar algo tan valioso a seres que desconocemos (y que las más de las veces son unos pillos). En teoría es fácil remediarlo, sin sacrificar vidas humanas, pero parece que la insensatez y la corrupción nos importan más que nuestras propias existencias.
Sí, soy un simplista, y todo esto hiede a utopía. La historia nos demuestra que la estupidez y la codicia humana son titánicamente mayores que su sentido común, que el bien común es un imposible una quijotada. Que pudiera ser yo otro iluso más que tiene esperanza en un cambio y que nada pasará.
El poder corrompe, las masas son perezosas y todo es cíclico.
La época de acuario tendrá cambios, sin duda, al precio de muchos sacrificios manchados absurdamente de sangre, cambios que impondrán nuevos tiranos y abusos exponenciados; para luego empezar de nuevo.
El camino al final no va a ningún lado.

noviembre 19, 2014 at 4:45 pm Deja un comentario

Sonríe

«Sonríe, aunque te esté tratando mal la vida, aunque todo sea doloroso aunque no te sientas bien, sonríe», decía reiterante el hablante conductor del programa mañanero de TV. Tras haber presentado a una psicóloga que estudió en la universidad de la incorrespondencia, y que dio consejos de calendario de carnicería para ser mejores, el hablante conductor quedó trabado en el tema y como su trabajo (según él) es poner de buen humor y levantar los ánimos de los desempleados, amas de casa, ancianos y deprimidos crónicos, todos matutinos, pues insistió.
Debo decir que por una vez, el hablante conductor del programa mañanero tuvo razón.
Estar uno que se lo lleva el tren, o de plano la chingada, y además poner mala cara, es irse al carajo por partida doble. Me consta. Con una sonrisa, aunque sea de Monalisa sardónica o de sardina monogamia, las cosas son menos amargas, menos jodidas y la gente alrededor puede incluso ser menos hostil.
Una sonrisa, una palabra o frase amable, un por favor y un gracias, no cambian la putez del mundo, pero lo hacen más llevadero. Saber que las cosas siempre han estado jodidas, y enfrentar eso con una sonrisa, es como meterse al agua sin saber nadar, pero con un buen salvavidas.
Sé que funciona, sonreír te hace menos repelente.
El problema mayor es que si te pasa como a mí, que de tantos años de jeta adusta he olvidado sonreír, el payaso de la amargura te seguirá cargando, y serás cargante a cualquiera que se encuentre a tu lado.
Sì aún estás a tiempo de practicar tu sonrisa, no dejes pasar la oportunidad, mira que el futuro te cae por sorpresa como el nocturno ladrón bíblico, y pasadas las 4 décadas de existencia, ya poco podrás hacer (respecto a la sonrisa, y también a muchas otras cosas).

noviembre 15, 2014 at 4:44 pm Deja un comentario


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