Se acabó

Se acabó.
Sabía que duele cuando a la ilusión le da por morir, y que cae más duro el que volaba más alto.

Lo nuestro nunca tuvo razón de ser, desde el principio fue un camino equivocado.

Dejaré de escribir miles de hojas acerca de ti cada día y lo malo es que ya conozco tu realidad. No eres la deidad por la cual yo me rendía, a pesar de tanto culto hoy ya no te puedo ni mirar.

Estoy tan cansado de todo, de que las películas que vivo siempre tengan el mismo final.
Aún me arden las manos de tanto meterlas al fuego por ti.
Simplemente me cansé de ayudarte a olvidar las habladurías del pueblo infernal y de ser el perpetuo ensayo de tus despedidas.
No quiero que me culpes otra vez de tus malas decisiones, búscate un chivo que expié mejor que yo.
Ya no espero el canto del teléfono a toda hora, ni ansío que la sombra de tus pasos interrumpa la luz que se filtra por debajo de mi puerta.
Ya no busco en la multitud tu aroma, ni persiste en mi mente el eco de tu voz.
Quemé mis naves hacia ti, como tú quemaste todas mis cartas; no leeré los libros que me recomendabas, pues sé que me producirán un vacío y el recuerdo enfermizo.
La única ventaja que tiene el haberte conocido es que ya no me ilusiona nada, pues al parecer el guión del destino es inalterable. Ojalá coincidieras conmigo en eso de que nadie le debe nada a nadie, y así dejaras de preguntar por mí cuando vas por la calle.

Sabes bien que es difícil olvidar a quien no insiste en permanecer; sin embargo quiero dejarte muy muy atrás, así que por favor no insistamos más.