Archive for May, 2014

La madre Fátima y la madre de los mexicanos

Mi infancia no tuvo religión formal, si es que existe algo que así pueda ser llamado, fue un pastiche variopinto de creencias, alrededor del cristianismos y teniendo al catolicismo apostólico romano a-la-mexicana, como eje. Santos, vírgenes, como barbies, de todos tamaños y colores, menos negras (ajá, como barbies) y Cristos, muchos Cristos, de ese sí, había uno negro porque supuestamente absorbió el veneno ingerido por un fiel en épocas coloniales.
En general, mi religión de niño consistía en ir a misa en Nochebuena, presenciando las eternas misas de fin de año, y en Semana Santa, a esos templos del Centro del D.F. con Cristos en capas moradas, flagelados y sangrantes, con pelo humano y cara de la última estación del sufrimiento. Hizo eso por mí y por los demás («1, 2, 3, por todos mis compañeros, que al fin a eso vine»).
Por motivos de conveniencia y supuesta excelencia académica comencé mi escuela primaria en un colegio de Mormones. John Smith, Moroni, Jesús y mucho miedo al Fin del Mundo. Adiós a los santos y a las vírgenes. Cortocircuito mental porque en mi familia aún se hablaba de toda la población del martirologio. Visión apocalíptica y las revelaciones de un ángel que permitía a un hombre casarse con cuantas mujeres pudiera mantener que intenté compaginar con las barbas de san Judas Tadeo (que por entonces creía que era el Iscariote que se hizo santo después de su acto). Dos años en la escuela mormona y, debido a la lejanía de casa, después fui inscrito para el tercer año en un colegio de monjas católicas cercano a mi casa.
Ahora era al revés, «no niño, no existe eso del ángel Moroni», «ese John Smith no dice la verdad, quien está aquí en nombre de Jesús es el Papa, Vicario [no sicario, bueno, quién sabe] de Cristo», bla, bla. bla.
Mi maestra era la madre Fátima, devota al 100% de la Virgen de Guadalupe, quizá porque ella también era morena, y con bigotes, Fátima, la religiosa, no la Guadalupana. En la nueva escuela mi primera impresión fueron los mostachos de mi profesora, la segunda que ahora no sólo sí existía la virgen, sino que era morena y además nuestra madre de todos en el país (no lo creí, y no lo creo, con tanto hijo de puta por aquí, dudo que ella sea la madre de todos).
La madre Fátima debió ser relativamente joven, unos 20 y tantos años, pero olía a vieja, a anciana, mezclada con ese aroma tan peculiar de los sacerdotes y de las monjas, a encierro, a dudas de fe y a ganas aguantadas.
Siempre con su uniforme de monja. Yo con los mormones era un habitual del cuadro de honor mensual, uno de los alumnos más aplicados semana a semana, el favorito de los profesores porque sí tenía deseos de aprender. Y aprendí. El nivel académico de la escuela de monjas estaba como 20 años luz atrás del de la escuela mormona, así que yo me aburría porque se enseñaban cosas que yo ya conocía.
Fátima idolatraba a la virgen de Guadalupe y a un compañero apodado Coco, penpultimo hijo de una familia que tuvo muchos vástagos, la mamá ‘había cerrado la fábrica de críos’ pero 10 años después del que se suponía era el último, nació Coco (quien tampoco fue el último, pues dos años después nacería una hermanita, ahora sí la benjamina).
Coco era el aplicado, el estudioso, el religioso. Declamaba como un profesional, moviendo las manos para enfatizar sus palabras, Coco sabía todas las oraciones, iba a misa todos los domingos y se encargaba de una de las dos lecturas. Coco era un ejemplo, Fátima lo idolatraba. Fátima lo abrazaba por todo. No creo que haya sido caso de pedofilia, pero sí un amor un tanto más allá del normal.
Al ver que no había manera que un converso como yo, quien quizá llevaba en sí la mala semilla de los mormones, se convirtiera en el favorito o en el más admirado en un lugar donde importaba más rezar que aprender, cometí mi primer acto de rebeldía contra la sociedad. Detectando a los peor comportados traté de superarme en sus niveles, y vaya que lo logré. También supongo que me enamoré por primera vez en la vida. Ella se llamaba Susana (nombre que al parecer ha sido significativo en mi existencia, rodeado no de las mejores cosas). Susana tenía incisivos ratonescos, y yo la molestaba mucho. Hasta los 40 comencé a aprender que hay maneras mjores de llamar la atención de una mujer que molestarla. Mi amor por susana duró lo que ese año escolar, al siguiente ella se fue de la escuela y llegó Jésica, cuya larga cabellera fue la víctima constante de mi enamoramiento.
Fátima intentó encausarme por el buen camino, «haz como Coco», me decía. Mala táctica, pues peor me portaba, yo no quería ser como él. Intenté hacerlo como yo. Pero me sorprendí. Coco no era tan bueno como aparentaba, era su pantalla. Astuto zorro que sabía meterse al corral y nadie lo creía. Coco m enseñó a no ser tan obvio cuando me portaba mal, a usar esa capade invisibilidad farisea, moneda de doble cara. Si hubiera aprendido sus lecciones me habría ahorrado muchos dolores de cabeza, pero es que realmente no puedo fingir, eso no me hace honesto, simplemente un inútil que no sabe mentir.
Terminando ese curso Fátima se fue de la escuela, a enclaustrarse en algún lugar, no sé si su decisión se debió a que en el mundo exterior tenía mucho molinos contra los cuales defender su fe, quizá no era buena profesora. Pero a mí me dejó el descubrimiento de que a las mujeres también les sale el bigote y una antipatía que jamás podré curar respecto a la madre de los mexicanos.

May 30, 2014 at 11:24 am Deja un comentario

99+1 o qué carajos hacía yo en Nicaragua

Soñé que quedaba de ir a comer con mi amigo Mike a «la onda», pero no era la Onda, sino en realidad un gran mercado mexicano, al parecer de Tacuba. Al llegar había mucha gente, y de repente aparecieron soldados abriendo fuego. Mi amigo y yo corrimos hacia un helicóptero que estaba en una explanada (salida de la nada, es un sueño, ¿ok?) Y lo abordamos para escapar. Allí nos acomodaron en asientos y a mi me pusieron a lado de una amiga de la infancia que estaba embarazada (en el sueño, no en la infancia, aclaro). Me sorprendía verla allí, pero me decía que las madres corrían peligro en ese lugar (que ya no era México, sino Nicaragua), por el movimiento «99+1», en el que se buscaba mujeres embarazadas para que abortaran voluntariamente o, si se negaban a ello, obligarlas a abortar. No soy pro-vida, ni 100% pro aborto, creo que son asuntos de cada quien y en eso no tomo postura, por eso no sé por qué me perseguían. El helicóptero escapó de los soldados, pero a después se convertía en auto y corría por calles sin asfaltar, huyendo de vehículos militares. Luego no sé si fue inserto en el sueño o flashback onírico, estaba en un consultorio en un pueblo, con mucha gente humilde, atendida por una doctora enviada por el gobierno, explicando eso del «99+1», una señora se negaba a matar al producto que llevaba en su útero y la obligaban a abortar, a partir de allí me perseguían, de repente estaba de nuevo en el auto huyendo por las calles, y encontramos un lugar despejado y logramos despegar (ahora el auto se convertía en jet, y desperté)

May 14, 2014 at 8:44 am Deja un comentario

El mapa de las relaciones sentimentales en tres frases

Existe cerca de de donde vivo una colonia clasemediera alta, en donde destinan cierta calle para que los vecinos salgan a hacer ejercicio; es decir, no se cierra la calle, sino que se destina el borde de un camellón en forma de pista de hipódromo, para que la gente salga a correr, caminar o andar en bicicleta. Algo parecido al patio de ejercicios de una escuela, prisión o de un manicomio, pero sin rejas ni altas bardas (siempre me recuerda una pintura de VanGogh).
Prisoners Exercising Vincent van Gogh
Ayer, caminando yo por ahí, pude notar un grupo de tres ciclistas, uno de los cuales iba entreteniendo a sus compañeros con su charla. La primera vez que pasaron junto a mí alcancé a oír al entretenedor decir: «… con que le provoques una sonrisa ya es tuya…». Poco después volvieron a pasar y alcancé a oír al mismo tipo decir: «…basta con una patada en los huevos y listo…», y tuve la oportunidad de una tercera frase poco después: «… ni que fuera la única, hay muchas en el mundo…»
Es curioso cómo en tres frases rápidas, el tipo pareció resumir la historia de muchas relaciones románticas. La ilusión y la magia agradable (aunque definitivamente difiero de la simpleza de la idea, es decir, yo he hecho reír a muchas mujeres, y no hice mías ni al 1% de ellas), pero bueno, tomemos la frase como el inicio del enamoramiento, él quiere hacerla reír y ella ríe. La fase de la ilusión siempre es alegría y encantamiento, sonrisas y sonrojos. Felicidad y embriaguez sin alcohol (algunas veces sí hay acompañamiento etílico). Cada persona quiere hacer sentir bien a la otra, quedar bien. Oh l’amour! Primavera, pajarillos y cielos hermosos (hasta los lluviosos). El mundo es un horizonte por recorrer, uno ya no está solo, dos hacen uno, y todo es jijí jajá.
Sigue el puntapié en los testículos. Una mujer tiene ovarios, pero como dijera Colón, todo es como un huevo. Quizá el ciclista experto en relaciones humanas se referiría a ponerle un «estate quieto» a un rival, que significaría la defensa de esa territorialidad que siguen aplicando las bestias pseudo racionales que se denominan humanas una vez que tienen pareja. Me refiero a esos que ven a su pareja como propiedad y que experimentan los Iagosos celos Oteleros (sin motivos reales), las inseguridades y las rivalidades. Defender lo propio de los zánganos y ladrones que merodean por el paraíso infernal. No todas las relaciones tienen ansias propietarias, pero no son pocas las que sí.
Claro que esa frase del puntapié puede tener otro significado: el rompimiento violento en las relaciones disfuncionales o cuando los chistes dejan de tener gracia. Cuando el que hacía reír ya no es «el ser más divertido del mundo» sino un «imbécil que no toma nada en serio» o un «tarado que de todo se carcajea». Cuando vuelan platillos en la cocina (sin tener que llamar a expertos en ufología), cuando la agresión verbal cruza la frontera y llega al pueblo de los puños, las patadas y las heridas. También he visto esa película, y recuerdo que incluso fui amenazado por tijeras que agujeraron mi camisa favorita. Cada quien habla de cómo le fue en la feria.
plates
Para terminar con lo que dijo el ciclista, su tercera frase no es la vencida, sino la que intenta sobreponerse al vencimiento. Una vez separado, tras la relación buena o mala, viene el luto del alejamiento. Siempre habrá dolor, quizá mucho, quizá poco, pero siempre lo habrá. Uno suele añorar a la persona que alguna vez se amó, no importa si al final todo fue un trago más amargo que el pan de la Última Cena. Y en el cabizbajamiento subsecuente, no faltará el amigo que tratará de dar esperanzas basándose en la sobrepoblación mundial: en este mundo hay muchas mujeres más, ella no es la única. Mlas noticias: ella es única e irrepetible, como de alguna manera lo somos cada uno de nosotros.

cloned
También, sin duda, hay muchos amigos más sensatos que no dirían semejante tontería. Sí hay mucha gente, y es probable que hayamos demasiados que nos parecemos entre nosotros, pero sin embargo cada persona tiene una combinación única. Nadie sustituye a nadie, quizá el nuevo alguien sea más compatible con uno, quizá nos brinde más magia; quizá no, pero el caso es que no es el clavo que sacará otro clavo (¿en serio alguien ha tratado de desclavar en la realidad clavos con clavos, en vez de usar un martillo o pinzas?). Sí, hay mucha gente, y nunca conoceremos ni remotamente a la mayoría de las personas que existen. Si alguien se fue, simplemente es capítulo cerrado y a lo que viene. Mirar a atrás y cerrar la puerta y no esperar encontrar a que alguien la cierre por nosotros.
En fin, las frases de ese ciclista me hicieron pensar en esas cosas.

May 5, 2014 at 10:53 am Deja un comentario


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