Archive for agosto, 2011

El centro comercial

El nuevo centro comercial, limpio y brillante, sin relojes para que nadie sienta pasar el tiempo; sin asientos para que nadie permanezca sin hacer nada por mucho tiempo. Sillas hay muchas en el área de comida rápida, pero si estás allí sin consumir nada, se te invitará cortésmente a comprar algo o a largarte para que alguien que sí compra ocupe tu lugar. El sonido ambiental del centro comercial son canciones de hace 30 años, que entonces eran consideradas rebeldes, con sentido, contestatarias o no-comerciales. Ahora son reproducidas en el sonido ambiental, con los agudos más altos que los graves para que sólo sean como susurros, para sepultar con sonido ese silencio que tanto aterra a la sociedad. Las convirtieron en canciones que sirven de fondo al consumismo, sin invitar a nada, porque nadie entiende bien las letras, que suenan familiares, pero sólo para amansar a las fieras. ¿Se habrán imaginado Lou Reed, Axl Rose o David Byrne, cuando compusieron sus temas que éstos serían usados como música ligera (musak) en un lugar lleno de tiendas donde lo que menos se busca es que la gente tenga ideas?
El centro comercial se las da de ecológico, aunque el agua corre por los W.C. constantemente, siempre hay luces prendidas y una de sus fuentes tiene fugas de agua. Eso sí, hay muchas plantas en el interior, todas ellas hechas con un plástico verde que casi pasa por follaje natural (cuidadito, no te confundas, que en el centro comercial está prohibido follar).
En este microcosmos hay restaurantes, artículos para oficina, tiendas de aparatos electrónicos, bancos, tiendas de ropa, un gimnasio, salas de cine y un supermercado. Todo lo que necesitas para vivir, sin tener que salir de aquí. Todo bien vigilado por monos ignorados por Darwin y Linneo, eslabones de cadenas de excusados, uniformados y que en vez de caminar, circulan por los pasillos parados en modernos vehículos de dos ruedas. Curioso contraste entre el primitivismo y la nueva tecnología. Monos corteses, serviles vigilantes, que se transforman en tiranos si te sorprenden haciendo algo ‘fuera de lo normal’, como leyendo un buen libro en el área de comida.
Por las mañanas el centro comercial es visitado por amas de casa, de todas las edades, ancianos jubilados, mujeres maduras que buscan aparentar tener 40 años menos que lo que expresan sus actas de nacimiento y desempleados desesperados. Al medio día llega el ejército de seres productivos, a atiborrar el área de comida rápida, llenando así sus arterias de porquerías que pondrán en aprietos a sus coronarias y que al final harán colapsar, en un futuro no muy lejano, los mediocres sistemas de salud en el país. Por las tarde el centro es invadido por adolescentes que acuden a dar sus primeros pasos en la vida social y la música de fondo es ocultada por falsetes y especies de graznidos de chicos que están cambiando su tono de voz.
El centro comercial tiene muchos lugares para que dejes estacionado tu auto. A un precio nada módico por hora, el vehículo estará seguro, siempre y cuando no llegue un ladrón atrevido a robárselo. La empresa no se hace responsable de pérdidas totales. También ten cuidado de permanecer ‘mucho tiempo’ dentro de tu propio auto, pues hay un reglamento, no escrito, que prohíbe estrictamente permanecer más de cinco minutos en el interior de los vehículos.
Todo es ordenado y atractivo en el centro comercial, pero por definición: si no compras nada, lo mejor es que te vayas a perder el tiempo en otro lado.

agosto 16, 2011 at 4:24 pm Deja un comentario

correr ¿para qué?

Wild Bill Hickok tenía 39 años cuando murió. Era un hombre viejo para su época, y sinceramente pienso que para cualquier época. Supongo que estaba cansado de vivir, de ser retado por cualquier pelmazo con incipiente bigote y con esa bravuconería juvenil que quiere tragarse el mundo de un bocado. Supongo que Wild Bill estaba de algún modo deseando la muerte, por eso aceptó sentarse de espaldas a la puerta (cosa que por costumbre jamás hacía) ese agosto de 1876.

En mi caminata matutina pensé en eso cuando de frente a mí vi trotar a una especie de momia animada. El tipo tendría unos 70 y pico de años, bien vividos, o quizá tendría 52 muy desgastados, ya no se sabe; soy malo para calcular edades (y realmente me importa un comino). El caso es que trotaba con dificultad. El esfuerzo reflejado principalmente en su rostro de tortuga, con lentes de grueso caparazón. Calvo en la mayor parte de su cráneo, con dos o tres pelos canosos cerca de las orejas. Resoplaba como elefante moribundo atascado en un cráter de la luna (ajáaaa, no he ido a la luna, pero seguro así suena un paquidermo en tal situación). El viejo no podía mover bien los brazos, que llevaba doblados y con los codos pegados a sus costados. PUFF PUFF expelía el hombre que no tenía ni fuerzas para levantar la vista del suelo. Vestía una camiseta de algodón -ropa interior superior- y unos short negros, calcetas largas y oscuras que le llegaban casi a la rodilla, y zapatos deportivos oscuros; parecía el uniforme de alguna selección europea (no recuerdo si Alemania o Inglaterra).

PUF PUF PUFando el hombre, se siguió de largo, trotando, y yo continué en dirección contraria, pendejeando. Y me dejó pensando. ¿Por qué esforzarse en trotar, si pierde tanto el porte y la compostura? ¿Por qué no mejor caminar, con elegancia y sin andar dejando el desgastado trasero por el camino? Supongo que eso le sería más estético para su edad. La gente cree que correr es más saludable que caminar. Yo lo dudo. Correr significa más desgaste, termina jodiendo el corazón o de menos las rodillas. Pero seguro me dirán que estoy equivocado. Puede ser, pero mi temor medieval no me lo quita nadie. Mi teoría es que igual mueren, a edades similares, los fumadores empedernidos y los deportistas de alto rendimiento. Aunque seguro se mueren antes los atletas de alto rendimiento que además son fumadores empedernidos.

Lo principal, ¿cuál es la prisa? ¿Qué caso tiene correr? Roma ha seguido ahí, e incluso hay más caminos para llegar a ella. No por correr se vive más (en cualquier sentido que se quiera tomar la frase). Está bien, mejor me silencio y respeto a los que encuentran placer corriendo.

Al final de mi trayecto me volví a encontrar al viejo pufante, caminando, no por elegancia, sino porque de plano ya apenas podía con su alma. En sus ojos noté el agotamiento, pero también la satisfacción de haber cumplido con su rutina del día, sudando y exigiendo ese extra a esa ruina que lleva por cuerpo. No pain no gain (masoquismo excelso). Si sigo yendo a ese lugar a caminar, seguro me lo encontraré hasta que uno de los dos deje este valle de lágrimas, y que igual soy yo el que parte primero.

agosto 10, 2011 at 1:25 pm Deja un comentario


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