Greta en el país de las patrañas

Allí está, la valiente niña enfrentando a los villanos climáticos, con toda la «rabia de su insolente juventud».
Es un hecho que la Tierra cambia su clima naturalmente cada determinado número de años. Es un hecho que tanta industrialización está acelerando dichos cambios, a la par que pudre con sus desechos mares, aire y tierras.
Bastantes especies van desapareciendo en el camino y lo que más aterra a Greta Thunberg es que esto aniquilará al ser humano mismo.
Pero por más que coincida con la mayoría de preocupaciones de esta niña, simplemente no me trago del todo su papel en esta tragedia.
Hay dos posibilidades de su historia: la sincera y la prefabricada.
En la sincera parece que la niña veía demasiadas noticias de respetadas agencias, que siempre tienen su sección alarmista para convencernos de que los ciudadano nos enfrentamos a un monstruo invencible y nos convencen de nuestra pequeñez, nulidad e impotencia para cambiar las cosas. Pero para que no nos sintamos tan mal, entre noticia y noticia nos ponen comerciales para hacerno sentir poderosos y únicos, poseedores de la elección para conducir nuestras vidas, comprando y adquiriendo esas cosas que, curiosamente, se fabrican y elaboran a costa del medio ambiente y cuya elaboración calienta más al clima.
Volvamos a Greta, quien tras ver el mensaje de aniquilación climática y la impotencia, se preocupa con justa razón. Entonces toma una decisión que la ubica en esa minoría que opta por hacer algo. Decide no tragarse lo de la impotencia y empieza a protestar y señalar que lo que estamos haciendo con el mundo está mal. He ahí el mérito verdadero de Greta, pero su preocupación le produce una amargura particular.
A partir de aquí Greta puede que siga siendo sincera, y se monta a fundar una especie de neo Inquisición ambiental. Claro que ya tenemos Inquisiciones de sobra: aquellas que acusan (las más de las veces con razón) a hombres que han abusado de su posición para obtener lo que por mérito propio no consiguen, o bien para conseguir más de lo que merecen; lamentablemente la sed de justicia desemboca en satanización y en hipersensibilidad, y el buenismo hace que lo políticamente correcto amplíe sus fronteras hasta niveles de absurdo.
Regresemos con Greta, los medios y la gente en sus insensatas «viralizaciones» comienzan a inflar el fenómeno de Greta, hasta convertirla en uno de esos fenómenos (freaks), como el caballo que leía mentes, el enorme elefante Chunee, la celebridad que lucha como guerrera contra el cáncer, la indígena que conquistó Hollywood y demás espectáculos momentáneos que sirven más que nada para dar un poco de diversión a las masas aburridas. Claro que los fenómenos actules ya deben estar acompañados de «causas justas» para que las masas no sólo se diviertan sino que sientan que sus aplausos hacie al fenómenos también sirven para hacer de éste un mundo mejor (este tipo de «causa justa» es lo único que diferencia a la indígena que conquistó Hollywood y a Greta, del elefante y el caballo).
Greta, envalentonada por la fama, frunce más el entrecejo, dramatiza más su discurso y pontifica en pro de su justa lucha, pero sin preocuparse por indagar más y hacer más sólida su protesta. De hecho decide dejar de ir a la escuela para comenzar su gira para salvar al planeta.
No se ve que se prepare para fortalecer su mente, ya que parece que le es suficiente ondear el banderín de justicia que debe conducir a los ciegos hacia la salvación. Sus discursos son rabiosos, pero no dejan de tener la misma superficialidad que al inició de su cruzada. Arremetió contra el final de una serie popular diciendo algo así como «yo no sé por qué la gente ve el final de Games of Thrones» mientas el mundo se está acabando». La mesiánica apocalíptica, Savonarola del siglo XXI, Calvina furibunda, cree que debemos estar, como al parecer ella lo está, preocupados y tensos las 24 horas del día, con la idea fija de salvar la Tierra. No hay momento para divertirnos, el mundo peligra. Greta llega a la ONU, habla antel el mundo, y con su gesto molesto y sus énfasis dramáticos, sigue dando el mismo dicurso simplista, y ninguna propuesta.
Un ejercito de niños es contagiado por esa locura, que en aras de hacer algo bueno, decide seguir proporcionando diversión a la gente. Dicen que es concientización, pero no hay propuestas. Se exige a la generación de los padres qu arreglen lo que descompusieron (cuando es algo que se vino descomponiendo desde hace siglos). Y se exigen acuerdos a los gobiernos, pero sin detallar. Entonces tenemos un movimiento similar a esas marchas que protestan contra un presidente, sin proponer nada, sólo exigiendo cosas imposibles o absurdas, simlar a las estrellas de cine que cantaron «I Will Survive» cuando fue elegido un presidente tan hueco y retrógrada, cuyo discurso y actitud no distan mucho de los de Greta, aunque sus discursos sean aparentemente «opuestos», un movimiento similar a las votaciones nacionales en las que los candidatos son todos perpetuadores del mismo sistema, y que lo único que buscan es quitar a los amiguetes que están en el poder, para colocar en el control a sus propios amiguetes.
Pero Greta sigue dando sus discursos superficiales, exigiendo sin detallar, rabiando contra los que no hacen nada (sin notar que su energía es un desperdicio que no conduce a ningún resultado concreto), utilizada por los «progres» que se suben al tren de la fama de la niña para ver qué provecho sacan. Quizás aquí Greta se convierte en un producto más, manipulado por oportunistas. Quizás hasta le den el Nobel de la Paz, o termine «patrocinada por Coca-Cola». Greta, sin notarlo se convierte en otra diversión como las que tanto parece odiar, los medios y las redes la siguen inflando.
Al final, no se conseguirá nada, pero las masas estuvieron divertidas y al aplaudir o compartir lo que Greta hace y dice, creen que ya hicieron algo bueno, por un cambio positivo. Un día de estos Greta será suplantada por el siguiente fenómeno de entretenimiento con capacidad de aliviar culpas y deslumbrar ilusos.

Habrá que ver qué están obteniendo papá y mamá Thunberg de la rebelión de Greta…