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PPB o de la fama ganada injustamente

Hay gente que se molesta por cualquier cosa, hay gente que tiende a ignorar a aquellos que quieren molestar. Yo suelo ser del segundo tipo. Pero debo confesar que en mi vida hubo dos personas que tenían la llave para exasperarme, conocían perfectamente el ábrete sésamo de mi molestia. De hecho hay tres, pero la tercera es tan insignificante y su único mérito es la gran estupidez que la distingue.
Esto viene a cuento porque una de las dos personas que sabían exasperarme fue quien me dijo el insulto que más me ha impactado.
Esto ocurrió hace mucho mucho tiempo, a pocos días de la adopción de un gato callejero. La persona en cuestión era entonces como la «madre teresa de los mininos de la calle», y gato que encontraba en abandono y en situaciones precarias, gato que recogía y adoptaba. No tengo nada en contra de adoptar gatitos en problemas, de hecho actualmente tengo cinco (y ojalá alguien quisiera adoptar a dos de ellos), pero en ese entonces tenía yo fama de ser alguien a quien no le agradan los animales. Cosas misteriosas esas de la fama mal ganada.
El gato del pasado, ese que detonó el insulto, estaba husmeando por el refrigerador ubicado en la cocina (no es que tuviera uno refrigerados en cada lugar de la casa, pude haber dicho «el refrigerador» a secas), y en l cocina estaba yo preparándome mi desayuno.
Mientras yo cortaba la fruta que me comería, el gato dejó de husmear por el refri y empezó a defecar en la esquina del aparato. Con un grito de «noooooo», dejé la fruta de lado y me dirigí a atrapar al gato, pero éste se escabulló detrás del frigorífico.
Metiendo la mano entre el aparato de hielo y la pared, para atrapar al gato por supuesto, pues eso de poner mi mano entre paredes y refrigeradores no es pasatiempo mío, el minino me lanzó un zarpazo, del que a la fecha aún tengo una cicatriz.
Sin afán de maltratarlo, lo maldije, y a sus generaciones inmediatas, previa y venidera, vociferando a todo pulmón algunas imprecaciones gitano-verduleras. Logré atraparlo y me dirigía a sacarlo al patio, cuando la persona madreteresadelosgatos, llegó corriendo con la reacción de alguien que está presenciando una tortura-sacrificio a un animal inocente.
Vociferó y me maldijo, triplemente a como yo lo había hecho, aterrado solté al gato, quien corriendo fue a ocultarse a un rincón de la sala.
La madreteresa me seguía gritando, y mientras mi mano sangraba y yo trataba de explicar la situación, la persona aprovechó la oportunidad que el felino le había presentado para sacar todo aquello que tenía ella en mi contra y echármelo en cara.
Me dijo varias cosas, a las que yo no supe qué responder por inverosímiles y sorpresivas. Decidí ignorarla y planer mi respuesta con tiempo. Di la media vuelta y ella, con desesperación me gritó: «pinche puta barata».
El insulto suena feo.
¿Puta?, me pregunté, pero si soy hombre, y el género de ese sustantivo es femenino. «Puta» es un término despectivo, usado para insultar a alguien por ser fácil y promiscuo (en estos casos no tiene mucho que ver con quienes venden su cuerpo, sino con gente que se entrega por gusto a cualquiera, Mesalina dadivosa y lujuriosa, la madre teresa de las pasiones carnales, puro amor al arte de la lujuria y lascivia). No sé por qué me dijo eso, y no peco de santo. «Puta, puta, puta», resonaba el eco telenovelero en mi cerebro. Cuano lo medio asimilé, pensé en lo siguiente…
«¿Puta barata?» Ok, eso ya significaba que en realidad sí era yo del tipo de los que se venden (pero doble error en el género). Era de las vendidas degradadas. De esas que no siendo atractivas deben ofecerse a preco de rebaja. El walmart del comercio carnal. O bien, era yo una puta tan mala que no me podía cotizar bien. Barata como un kleenex usado.
Pero el colmo fue lo «pinche», adjetivo despectivo, sobajante, humillante. Así que no sólo era una puta barata, sino además la más degradada, la más infumable y despreciable. Sin una característica positiva. Insignificante, la puta barata que dentro de su ínfima calidad es más ignorable aún. Calidad 100% de nivel subterraneo. El nivel de mi categor+ia había ido tan bajo que atravesando el centro de la Tierra salió por la India y siguió disparándose hacia el espacio exterior, desde la perspectiva inferior.
Con tantas connotaciones rebajantes, ¿cómo no me iba a traumar ese insulto? No puedo olvidarlo, a pesar de que han ya pasado muchos muchos años. A veces tengo pesadillas con la frase. En fin…
La discusión por el gato terminó allí y me retiré. cabizbajo, dolido y meditabundo. Sintiéndome inmundo.
Firme la paz con ella, y a la fecha no tengo ningún problema con esa persona. Sin embargo, a veces temo que su frase será mi epitafio.
Mala fama, no merecida, hasta la sepultura.

octubre 10, 2012 at 7:38 pm Deja un comentario


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