valió la pena

Supongo (y casi apuesto) que Miguel Ángel llegó un día a la capilla sixtina y miró la gran obra, pensando «qué tipo tan grande hizo esto», sin recordar que había sido él. Y si no fue con la capilla, fue con otra cosa. Es curioso sorprenderse con las obras propias, y sin embargo sucede. Pensar «cómo se me ocurrió hacer tal o cual cosa». Esas chispas de inspiración, ese percibir las ondas de la creación que viajan en el aire, es la magia de la creatividad. Keith Richards soñó el Riff de «Satisfaction» y amodorrado lo grabó en una grabadora portatil a mitad de la noche, al despertar allí estaba el legendario sonido como regalo de reyes. Asombrarnos a nosotros mismos es la base para asombrar a los demás. Yo he escrito como desaforado, como el desterrado al que le prometen el regreso anhelado a un alto precio, como el desahuciado que a toda costa quiere vivir 153 años más, como Blancanieves con bronceado perfecto. He escrito muchos cuadernos, páginas electrónicas y servilletas, hojas, paredes, paletas y carpetas, y de todos esos miles de escritos quizá sólo valgan la pena 50. Y por esos cincuenta valió el esfuerzo, pagaron las musas, puedo descanar en paz.