Archive for diciembre, 2013

Mientras tanto

Algunas veces escribo para hacer algo durante el tiempo que me sobra. Veo que algunas personas viven sin que les sobre algo de tiempo. Ellas están muy ocupadas corriendo hacia todas partes, sin dirección fija, sólo por el hecho de que les dicen que es su deber. Sus movimientos me marean y por eso prefiero la quietud de mis hojas de papel. Aquí puedo inventar vidas y mundos, y a veces, sólo a veces, llego a vaciar mi alma. Creo que así lo seguiré haciendo, hasta que me llegue al hora. Hasta que descubra que sí existe algo más allá de esta vida o que vea que hay una paz eterna. Mientras tanto seguiré observando, continuaré elaborando mundos en hojas de papel.

diciembre 30, 2013 at 8:35 pm Deja un comentario

Fin de Año

El fin de año es buen momento para recapitular, para tomar un respiro o para creer que habrá un alivio en esas cosas que nos han incomodado o jodido durante el año que expira.
El tiempo es relativo, realmente cada día estamos terminando y comenzando, cerrando y abriendo. Hastiados y llenos de curiosidad.
Todos los días es el mismo ritual. La diferencia es que al final del año del calendario todos parecemos coincidir con el momento del aparente cambio. Así contactamos a quienes hace mucho que no vemos, nos resignamos a no ver a alguien de nuevo o apreciamos a la gente que tiene el valor de permanecer a nuestro lado.
Es sólo un año que se va, mientras otro llega disfrazado de bebé, el cual se convertirá en un viejo odioso y achacoso en 365 días.
Los impuestos no bajan, la justicia difícilmente hace acto de presencia y seguimos siendo los mismos bichos miserables que se pierden estúpidamente en internet. Pero es lindo pensar que vendrán cambios, que podemos mejorar, que podemos volver a creer que el mundo puede ser lindo, o reencontrar el secreto para descubir otra vez todo lo hermoso que hay en la vida.
Así, en lo que llega el tren que nos llevará al final de la línea, seguiremos esperanzados, seguiremos buscando la compañía de quienes nos hacen sentir importantes, de quienes nos honran con su amistad.
En el fondo todos creemos que las cosas pueden mejorar, por algo seguimos aquí.
Que las bendiciones existan y que nos toque una buena parte de ellas.
Que los próximos 365 (o bien los 14600 que sigun, al menos) sean mejores que todos los días pasados y que dejen de ser pesados.
Que nos vaya bien a todos, sin importar épocas. Y que usemos estas fechas en apariencia artificiales, para poder encontrar los que nos hace falta y recordar lo que en verdad tiene valor.

diciembre 26, 2013 at 6:23 pm Deja un comentario

AMor

El amor que te fortalece, puede terminar debilitándote.
El amor que te hace ver lo que jamás imaginaste, podría terminar arrancándote los ojos.
Puede que sea una apuesta pesada, quizá sea la mejor forma de pasar el tiempo, mientras vives.
Es un buen argumento para fundar religiones, y pésimo para prolongar guerras.
El amor que te imaginas, pudiera ni siquiera existir, aunque hay gente que necesita mentiras para vivir.
El amor real, pudiera ser un acuerdo, no como el vivieron felices de los cuentos, sino un negocio para perder menos.
El amor es probablemente lo que quiseras que fuera, pero te conformas con tener.
El amor es un juego sin reglas, que desata al caos; o es un orden con cadenas, que nos convierte en uno solo.
Al final no sé qué sea, eso que llaman amor. Puede que solo se trate de perder la razón.

diciembre 6, 2013 at 11:04 pm Deja un comentario

El curioso caso del decapitado

Puede que el caso no haya sido difícil, al contrario, fue demasiado sencillo. Sin embargo destaca por lo insólito, quizás por otras cosas…
Son 20 años los que tengo de carrera en el departamento de investigación de crímenes. Y cada año que pasa, menos entiendo que la gente guste de ver películas y series de Tv, relacionadas con asesinatos, investigaciones, llenas de sangre, que muestran el salvajismo al que pueden llegar sus congéneres. Imagino que eso debe satisfacer su curiosidad, convirtiéndolos en testigos suficientemente ajenos de las atrocidades humanas, a distancia segura como para no percibir la pestilencia de la sangre derramada, ni la suciedad que suele rodear a la sordidez. Ya empecé a divagar, cuando lo que quiero es relatarles el caso del decapitado.
Recibimos la llamada a eso del mediodía de un caluroso día de julio. Un vecino quejándose del hedor llamó al intendente del viejo, pero lujoso, edificio de departamentos.
El intendente, hombre perezoso, tuvo un extraño acceso de energía y corrió a ver qué sucedía. No le costó trabajo descubrir que la pestilencia provenía del número 146, departamento rentado a un tipo solitario y exitoso profesionista, del cual no tenía queja alguna, pero que siempre le pareció un inquilino raro y solitario.
El intendente llamó varias veces a la puerta del 146, pero no recibió contestación. La hediondez provenía sin duda de allí, así que tan cumplidor de las normas como temeroso de la ley el intendente volvió a demostrar que no siempre es tan perezoso y decidió llamar de inmediato a la policía. Aquí entro yo a escena.
Formar parte de servicio policiaco fue en mí más herencia que vocación. Mi padre llegó a ser un destacado miembro de la policía, legendario por su incorruptibilidad. La genética le hizo una mala jugada cuando mi inclinación profesional iba para el rumbo de la filosofía, aunque la mala broma del destino terminé pagándola yo, al exigírseme seguir con la carrera de mi padre. No hubo problema al final. He leído suficiente filosofía en mis tediosas horas de guardia, lector asiduo del ideal al que siempre ha aspirado la humanidad, y tengo la ventaja de ser testigo en primera fila de la tragedia existencial.
Forzamos la bien cerrada puerta del 146. Un lujoso interior, de techo alto, de esos edificios viejos de casi un siglo de antiguos, las ventanas bien aseguradas desde dentro, el departamento con poco mobiliario, a la izquierda destacaba un gran librero, prácticamente vacío, a no ser por cuatro libros: los viajes de Marco Polo (ese también conocido como «El Millón», porque la gente de su tiempo creyó que en él se contenía un millón de mentiras), el Infierno de Dante (extracto apasionante de la Divina Comedia, siempre popular seguramente porque el purgatorio y el paraíso son tan ajenos a esta vida, que nos atrae lo que conocemos, y de lo que sin embargo queremos huir; siempre resultará más atractivo escapar de las pesadillas que conocemos, que correr hacia las glorias que nos son desconocidas); El Paraíso perdido (ese largo poema del invidente vidente Milton, donde se narra la rebelión de ángeles que terminaron siendo expulsados del cielo y los colonizadores del infierno) y La Biblia. ese librero, de gran tamaño, había tenido muchos más libros, por alguna razón, que al final resulta obvia, sólo contaba entones sólo con esos cuatro libros.
Al centro una sala, una pantalla de alta definición, un comedor con cuatro sillas y la cocina. A la izquierda, cerca del ventanal bien cerrado por espesas cortinas, una guillotina, suficientemente grande para arrancarle la cabeza a alguien, gracias a una gran pesa adherida a la afilada cuchilla, para que ésta cayera y cortara todo lo que se encontrara a su paso. Y así fue, cerca de la guillotina, un cuerpo sin cabeza. Sangre seca en lo que seguro fue un gran charco, apestando como no lograrás percibirlo en las películas o series de televisión. Al fondo, cerca de la pared, una cabeza, por el suelo. Sin duda había rodado desde la también ensangrentada guillotina.
No había huellas de pisadas ajenas al difunto (la investigación forense tampoco descubrió huellas digitales de oytras personas en el recinto). Al parecer el muerto, quien sin dudas fue reconocido como el inquilino del departamento, había decidido acabar con su vida, usando esa guillotina. El motivo resultó demasiado fácil al conectar el elemento en común con los cuatro libros solitarios. Religión. Eso que promete unión y sólo trae problemas y disputas. Bálsamo de los viejos y los desesperados, esperanza de los desesperanzados. Tormento de los que no saben cómo vivir.
Para mí todo fue como una iluminación rápida, en el libro de Marco Polo se habla de un tipo, un zapatero, que tenía una fe tan grande como para mover montañas. La prueba de que era un hombre muy devoto era el hecho de que estaba tuerto, él se había arrancado un ojo porque en alguna ocasión le había visto parte de la pierna a una clienta. El santo hombre en su momento libidinoso recordó el pasaje de: «Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno». El hombre santo de Marco Polo, la tuvo fácil, sólo necesitó arrancarse el ojo. ¿Pero qué hacer cuando lo que te hace pecar son tus pensamientos?
Abrir la Biblia fue la comprobación, pues precisamente esa frase estaba escrita, a mano con la indudable caligrafía del ya difunto, al margen de la Biblia en el capítulo 5, versículo 29 del Evangelio de Mateo. Esos eran los restos de un hombre atormentado a niveles absurdos por esa lucha interna entre bien y mal que la religión nos menciona desde siempre. Sí, el hombre iba a misa siempre, se confesaba con frecuencia, y sin embargo allí estaba su ojo mental atormentándolo. La misma Biblia le dio la forma de arreglar el problema, o quizá fue el libro de Marco Polo.
Todo se comprobó al seguir la investigación, todo estaba a la mano. Notas de una carpintería, el lugar donde se compró la chichilla afilada e incluso los honorarios de un ingeniero al que se le asignó la construcción del aparato mortal, éste en el interrogatorio nos comentó que el ahora difunto le había pedido la guillotina. Suicidio elaborado.
No acostumbro hablar de casos, pero éste suscitó tanta habladuría en los medios, que decidí aclarar el asunto. No, no fue un demonio el que mató a ese hombre, no fue una secta ni un fantasma del pasado que en vez de Navidad le presentó pasajes de la revolución francesa. Como dije, fue un simple suicidio elaborado, cargado de religión. Así que ahora es probable que en el Cielo haya un descabezado sin sonrisas, gozando de la Gracia eterna.
Yo no sé si yo me iré al Cielo o al Infierno, pero sí sé que adonde llegue, al menos lo haré entero.

diciembre 2, 2013 at 4:59 pm Deja un comentario


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